La justicia…

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«Él que no se enoja cuando hay causa justa para estar furioso, es inmoral. ¿Por qué? Porque el enojo busca el bien de la justicia. Y si tú puedes vivir entre la injusticia sin enojarte, tú eres inmoral y también injusto«, Santo Tomas de Aquino.

Cuántos pobres han pagado con la cárcel mientras los funcionarios, que dicen ser perseguidos políticos, -cuando en realidad han sido políticos deshonestos- disfrutan de los privilegios del poder. Con pocas palabras, contactos, especulaciones, desaparición de pruebas y testigos, o “comprando voluntades” con dinero mal habido, han logrado salir de la red de la justicia… Seguramente quienes estaban a cargo de las investigaciones, recibieron una llamada telefónica o una visita que les indicó: “es una orden de los de arriba…” y todo se va demorando para que la causa prescriba o se encuentre un vericueto legal para evitar la cárcel.

Nuestra sociedad no habría llegado a este estado, si el Poder Judicial no lo habría ignorado, actuado en tiempo y forma, mostrando a la sociedad los valores de los cuales el ciudadano y el funcionario, no deben apartarse. Hoy la justicia muestra, ante la sociedad toda, su grado de decadencia, su falta de credibilidad, algo que también afecta nuestras relaciones internacionales. La ambición se ha tomado su tiempo para destruir el honor de las personas. 

Muchos delincuentes, disfrutan de una vida de lujo hasta sus últimos momentos cuando existen evidencias creíbles, pruebas irrefutables que los condenan. La corrupción de nuestra sociedad ya no es un malestar, también asesina personas, estamos hablando de miles de vidas que mueren en la indigencia y la ignorancia mientras muchos dirigentes viven en la opulencia y hablando de lo que ellos no supieron o, deliberadamente, no quisieron hacer con un país rico.

La Justicia en general y los fiscales en particular, deben desenvainar la espada, ya es tiempo.

La justicia es la virtud por la que atribuimos a cada cual lo que le pertenece. ¿Qué es justo y qué no? Difícil saberlo y definirlo. La justicia depende de los valores de una sociedad y de las creencias individuales de cada persona.

La justicia sabe:

Que el dirigente Juan Grabois manejaba una caja de U$S 244 millones durante el gobierno anterior.

Que Belliboni manejaba una caja de $5 mil millones de pesos y extorsionaba a la gente más humilde con los planes.

Que Pérsico se transfirió a sí mismo U$S 88 millones de dólares del estado para su cooperativa.

Que hubo malversación por USD 341 millones en la entrega de las Becas Progresar.

Que de los comedores populares registrados más del 50% no existen.

Que en Chaco gobernado por Capitanich -hoy funcionario del banco Pcia. de Bs As- operaba una red de trata de mujeres a cambio del cobro de planes y una mujer desapareció sin dejar rastros

Que Anses pagó hasta $1.700 millones por mes por sobreprecios en contrataciones de seguros.

Que Axel Kicillof gastó $170.000 mil millones en programas de geles íntimos y otros gastos no prioritarios.

Que Kicillof, siendo Ministro de Economía le costó, por juicios perdidos, cerca de u$s 40.000 millones a todos los argentinos.

Que Martín Insaurralde fue acusado de corrupción en la función pública y de enriquecimiento ilícito.

Que Fernando Espinoza procesado por abuso sexual y contrataciones en negro, sigue como intendente de La Matanza.

Que Sergio Urribarri, ex gobernador de Entre Ríos condenado bajo el cargo de peculado sigue en libertad

Que se pagaron $171 millones por 500.000 guardapolvos escolares que nunca existieron, usando cooperativas inventadas.

Que 11.000 cooperativas que financiaba el Estado no existen.

Que los “recitales gratis” no existieron y se pagaban hasta U$S 400 mil a determinados artistas para adoctrinar a los jóvenes.

Que existía un Consejo campesino indígena con 964 empleados, 208 vehículos y dos sedes, que costaban al país $9 mil millones al año.

Que los supuestos Mapuches ubicados en Neuquén, Río Negro y Santa Cruz son «un grupo beligerante con conexiones internacionales».

Que había un negocio montado con la toma de tierras, operado por agrupaciones sociales.

Que antes de dejar el gobierno la gestión anterior, se robaron 174 notebooks nuevas por un valor de $290 millones.

Que se pagaron planes sociales a miles de personas que no viven en Argentina por $5.800 millones.

Que había irregularidades millonarias en la compra de medicamentos oncológicos.

Que las provincias no ejercían su función indelegable de pagar a los docentes, y se gastan los presupuestos en otras “prioridades”.

Que más de 9000 empleados públicos cobraban el plan potenciar trabajo.

Que un delegado en el exterior hace más de 30 años cobraba U$S 13 mil al mes y otro U$S 9 mil sin saberse a qué se dedicaban.

Por todos estos ejemplos, -existen muchos más que involucran a expresidentes y funcionarios de la gestión anterior que aún gozan de libertad- Argentina está destruida, en lo económico, lo social, lo cultural y en lo educativo, comprometiendo a varias generaciones porque “Robar es un delito, pero robar al Estado es Traición a la Patria”, como decía el Gral. San Martín.

La justicia está simbolizada con la figura de una mujer que porta en la mano una balanza equilibrada y que tiene sus ojos tapados con una venda. De ahí que en muchas ocasiones se utilice de manera habitual la expresión “la justicia es ciega”. De esta forma se intenta dejar patente que la justicia no “mira” a quien debe juzgar para actuar de manera arbitraria, sino todo lo contrario. Es decir, que actúa de manera equitativa y siempre tratando por igual a todos los ciudadanos con independencia de su raza, sexo, condición sexual, ideas políticas, condición social…Todos somos iguales ante la ley.

Un poco de historia…

Al principio, las sociedades salvajes consideraban que la criminalidad no existía. Lo que existía era la ofensa y la venganza. El ofensor debía temer al ofendido, pero no tenía nada que temer si éste no sentía el insulto.

Un relato proveniente Nuku Hiva, -es la más grande de las islas Marquesas- en la Polinesia, decía que: Un jefe ya de edad, por derecho de poligamia, había contraído matrimonio con una joven. Está, celosa de los hijos que su esposo tenía de su primer matrimonio, los envenenó con el consentimiento de su padre, quien la dejó obrar no viendo en aquello más que un accidente, una fiebre o un ataque violento, por ejemplo. Si hubiese amado más a sus hijos que a su esposa, la muerte habría sido una ofensa, y la hubiese castigado, se hubiera vengado; pero como amaba más a su esposa que a sus hijos, no recibió ninguna ofensa por sus muertes, y la idea de crimen no intervino para hacer odiosa la perversidad moral. Al no quejarse el padre, nadie de la tribu se quejó.

En el Talión se halla expresado del modo más claro la ley hebraica: “Al que cause una lesión a su prójimo, se le hará lo que él hiciera: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente”. El Talión no es extraño a las leyes griegas ni, en los romanos, a las de las Doce Tablas.

Pena”, que viene del latín “paena”, que a su vez viene de una palabra griega empleada por Homero, no significa otra cosa que compensación por una ofensa. Se ha de tener en cuenta, como concepción muy natural, el camino que recorrió la idea de justicia.

Los antiguos consideraban a la justicia la virtud suprema, en torno a la cual se ordenaban todas las demás. Platón, por ejemplo, concedía ese estatus a la justicia. En La República afirma que, en un hombre justo, las tres partes del alma, razón, espíritu y apetito, y las tres virtudes asociadas a cada una de ellas, sabiduría, valor y moderación, están equilibradas.

A nivel comunitario, la justicia opera de forma análoga. En una comunidad política justa, cada clase ejerce su virtud distintiva, realizando la función que le es propia por naturaleza sin interferir con las de los demás.

La noción de criminalidad o delito y de justicia se perfecciona por el progreso de los acontecimientos y de las instituciones. El estamento racional y sabio gobierna, los espíritus valerosos hacen la guerra y el resto, compuesto por aquellos que careciendo de espíritu o inteligencia son, no obstante, capaces de moderación, se dedican a la agricultura y las tareas manuales. La justicia no sería así más que un equilibrio armonioso entre sus elementos constituyentes.

En nuestro país, -a raíz de los acontecimientos de corrupción de público conocimiento- el ciudadano tiene una visión por lo general negativa de la Justicia, ya sea por desconocimiento, ya porque en sus experiencias con el mundo judicial no ha sido el deseado, o ya porque simplemente la sentencia dictada por el Juzgador en el caso que le afectaba no ha satisfecho sus pretensiones.

A todo esto, hay que sumar que el ciudadano no valora positivamente el cometido de los abogados en la tarea de impartir justicia y en el desarrollo del Derecho. Considera que el juez está aislado de la realidad, y que las leyes se hacen para satisfacer los intereses de unos pocos privilegiados, o se hacen sin tener en cuenta las necesidades de la mayoría de la población.

Lo cierto es que las normas que imperan en una sociedad, son elaboradas en cada momento histórico por los poderes públicos, revistiendo notas y caracteres de lo que, a primera vista, parece ser justo para la mayoría de la población. Entonces el concepto de “Justicia”, refleja un sentir generalizado y unos valores compartidos por la sociedad.

Una gran responsabilidad de la imagen deteriorada que los ciudadanos poseen de la Justicia recae, -a nuestro humilde entender- en que los medios de comunicación, -fundamentalmente la televisión- abordan de modo superficial y simplista muchas noticias jurídicas.  La mayoría de las veces, los titulares y las crónicas banalizan o realizan un show mediático y no analizan con detenimiento las causas y sus posibles consecuencias.

Muchos abogados, en realidad son los “artistas” y “creadores” del Derecho, pues lo interpretan, lo analizan, lo llevan al caso concreto, mientras otras veces lo “manipulan”. La Ley es la que existe, pero tiene multitud de interpretaciones, tantas como clientes y casos se planteen.

Existe tu verdad, mi verdad y…la verdad

El juez es quien valora los antecedentes fácticos que rodean un asunto concreto. Estudia y analiza los planteamientos de cada una de las partes, y fijando un principio de relevancia sobre los distintos hechos, o estimando los argumentos de unos y otros, aplica la Ley, y dicta sentencia.

La moral es una derivación de dos impulsos, el egoísmo y el altruismo, que provienen a su vez, el uno de la necesidad de nutrición, que es impuesta a la substancia organizada para que se subsista, y el otro de la necesidad de amar, que le es impuesta por la unión de los sexos para que continúe como especie. La Ética es la moral de la conciencia y lo hará intentar entender las motivaciones de todos los implicados en una situación para luego dictar su sentencia.

Se engañaría mucho quien creyera que la idea de venganza privada ha desaparecido completamente de la justicia contemporánea, y la sociedad debe preocuparse por las víctimas de calumnias, asesinatos, raptos, amenazas, incendios, robos, intimidación, persecución y demás crímenes.

Hoy la sociedad –como desde muchas décadas- hace muy poco por la Educación. La noción de justicia es pues, una noción puramente intelectual, llevada al dominio de la acción y de la moral. El espíritu y finalidad de las leyes dependen de cuál sea la composición de las fuerzas y de los pactos entre los grupos políticos en el parlamento nacional, es decir, no serán las mismas leyes las elaboradas durante la vigencia de un sistema totalitario que de uno democrático.

El poder de la impunidad

La vida de una persona no vale menos que la de otra. Los gobernantes y funcionarios creen que tienen el poder para castigar a las personas y lo hacen porque tienen la impunidad, de salirse con la suya… La corrupción existe porque muchos prefieren ignorarla. En las organizaciones, especialmente en las públicas, esta práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores. Se puede cambiar si una persona los ve, la señala, y fiscales y jueces hacen su trabajo.

El Poder Judicial en general está fallando como Institución… asumen la inocencia de los que tienen poder y dinero y protege a los delincuentes y criminales… fallan en el cumplimiento de su deber básico… están ante ejemplos que han sido el muestrario de lo delictivo y muchos parecen ser cómplices de estas anomalías.

Son los fiscales de quienes depende la sociedad, quienes deben investigar y delatar operaciones ilícitas, en quienes todos confiamos, para depurar el sistema corrupto que se ha instalado en todo el país y nos están fallando, aunque todavía están a tiempo de poder corregirlo. El arma más poderosa de los encargados del cumplimiento de la ley, es la Constitución. Pueden luchar con la Carta Magna en la mano.

Los fiscales no se deben dejar llevar por los poderosos, siempre contarán con el apoyo del pueblo. Deben ejercer sus cargos como debe ser, siendo más justos y más honorables. Es difícil transformar las costumbres instaladas hace muchas décadas. Fácil es cortar cabezas, difícil impedir que retoñen, el mal sube como la savia dentro del tronco. El mal está en las raíces, bajo la tierra. Allí es donde se debe herir para curar.

Las raíces de la nación están, como las del árbol, bajo tierra. Los muertos están vivos. Las generaciones pasadas alimentan a las generaciones presentes y nuestras calamidades son la ramificación de las calamidades antiguas, que no pudieron ser detenidas, desviadas o acabadas en su origen. Nuestro pasado es de terror y en el terror no debemos seguir viviendo.

El terror gobierna, como ha gobernado antes. Aparece como una fatalidad. Las muertes violentas con armas de fuego empezaron de una manera abrupta y se fueron incrementando al punto de que hoy es alarmante, junto con la corrupción y el narcotráfico. Los de abajo siguen esperando, mientras a los viejos y genuinos motivos de embrutecimiento y decadencia moral se añade el actual abuso, -siempre más abrumador- que constituye el sistema administrativo.

La crueldad a la que se ven sometidos los niños, los ancianos y la sociedad en general, no se rebela con los caracteres de lo anormal y de lo excesivo, sino bajo los rasgos apacibles del hábito. Por la fuerza de la costumbre se toma como normal lo que debe ser anormal: “Roban, pero hacen…”

Cuántos, desde la soberbia de los gobernantes, han devorado la abyección injusta de la servidumbre y han respirado el dolor en el aire y no han podido separar de la luz del día un sentimiento de humillación ignominiosa. Por desdicha la enfermedad es colectiva. Las masas sociales se han impregnado de la sombra hereditaria proyectada sobre el país por una espantosa sucesión de gobiernos que no han sabido, no han podido o no han querido evitar esta catástrofe.

Hoy sólo basta recorrer las calles, viajar en un transporte público, o simplemente observar el comportamiento de la gente en cualquier oficina, para advertir que sus almas se han teñido de la melancolía fatídica de la resignación… Todos somos testigos privilegiados de una tranquila guerra doméstica, donde sabemos que no es la letra, los conceptos o el sentido común, lo que rige en nuestro país, sino los eternos instintos fundamentales de nuestra animalidad, falta de educación y respeto por los demás y también por nosotros mismos.

Hubo una época en que el cumplimiento de la ley no se escondía, ni avergonzaba y se ejecutaba ante el pueblo. La sociedad era sana y armoniosa. Hoy vivimos en la duda y en el remordimiento porque el no cumplimiento de la Ley no trae Orden a nuestras vidas. Hemos añadido a nuestras miserias la de la constricción impotente… Será mucha petulancia exigir que se cumplan las leyes en la Argentina.

La vergüenza de nuestra época

Violar la Constitución puede no tener nada de particular, pero violarla dando un espectáculo tan cómico no es cosa de todos los días. La miseria comienza cuando se desciende a la medianía de los ambiciosos que son la vergüenza de nuestra época. Se es entonces, presa de gran indignación, sólo se comenta contra esos personajes por poca preocupación que se tenga de la verdad, cuando existen pruebas irrefutables.

Así como la muerte es necesaria a la existencia, estos personajes fueron hechos, sin duda, para llenar el vacío, mientras la vida nos pasa y nos vamos acostumbrando a vivir en la anormalidad. En la argentina los ciudadanos no viven, subsisten…

La falsificación de la realidad es de vieja data. No hay nada nuevo bajo el sol, ni siquiera las realidades alternativas. El poder absoluto, que busca ser un poder para siempre, estableció sus propias falsedades como verdad y aplica una gruesa capa de alquitrán para borrar los hechos, escribiendo encima un nuevo relato con la ambición de que llegará a ser creído como único, como verdadero. Y el lenguaje erizado de epítetos que descalifican, niegan, rebajan, tampoco es ninguna novedad.

El interés aconseja, la moralidad ordena; nadie tiene la obligación de ser hábil, pero si ser honrado”, dijo Kant

La moral es una de las más bellas cualidades que Dios ha puesto en el hombre. Es una fuerza misteriosa que actúa automáticamente, y a veces contra la propia reflexión. Representa un respeto instintivo hacia lo que está bien y mantiene el orden, empezando por guardar una perfecta relación con los otros.

Pero la moral no sólo se tiene para los demás, sino para uno mismo. Incluso no podríamos hacer algo que los demás aceptarían si va contra nuestras rectas convicciones. Cuando la moral es plena, no se actúa correctamente sólo porque el otro lo merece, sino porque nuestro propio yo lo exige, como si dijéramos: “me comporto a la mayor altura más que por respeto a usted, por respeto a mí mismo”.

La moral de un pueblo es su reserva básica. Cuando por cualquier razón, la moral pública se relaja, -la de un gobierno o de todo un pueblo- asistimos al desmoronamiento del orden y la justicia y, ante semejante situación puede sobrevivir el caos. La historia lo atestigua.

La moral de una población, lo mismo que sus otras virtudes, se conforma con la suma de las moralidades individuales. Ello motiva que la formación moral del niño, que se hará hombre, constituye una de las premisas de la educación, en el hogar y en la escuela.

La ética se diferencia de la moral en que a ésta la constituyen las costumbres y a aquella las leyes. Nos ajustamos a la moral obrando según lo que se acostumbra, pero nos ceñimos a la ética cumpliendo sus disposiciones, o directamente a las leyes vigentes. Hagamos la salvedad de que las leyes morales deben merecernos un respeto aún mayor que las escritas, que muchas veces reflejan intereses de sectores.

La moral de cada uno lleva la impronta de su conformación espiritual; es la suma de sus convicciones, por herencia y por adopción, también reflejan el medio en que se crío o se desenvuelve. Por ello, es tan necesario actuar en un nivel acorde a nuestra moral, eludiendo lugares y personas que no guarden la debida armonía con nuestro propio nivel moral, pues la experiencia demuestra que las relaciones que se desarrollan en planos morales desacordes generan conflictos y llevan a situaciones lamentables.

Es evidente que la moral es el resultado de toda la vida ceñida a determinados principios. Alguien dijo que, así como basta un minuto para hacer un héroe, se necesita toda la vida para hacer un hombre bueno. Por tanto, quien haya pulido su moral y la represente su mayor bien, debe celar con todo rigor la selección de sus relaciones a fin de preservar los valores morales que tan largamente fueron burilados. La personalidad está sujeta a las leyes humanas; el alma a las divinas. Por eso, nuestros actos los juzgan los jueces, y las motivaciones del alma, las juzga Dios.

La palabra alma encierra una connotación que se percibe más por instinto que por conocimiento semántico. Le asignamos el sentido de eje o columna vertebral del cuerpo espiritual. Nadie duda de que el alma es el repositorio de los sentimientos del corazón, el lecho de la sensibilidad, el diapasón en que vibran los acentos que expresan nuestras pasiones, nuestros afectos, nuestros pensamientos puros, no especulativos.

Realmente el alma es un tesoro escondido, que no por ello debemos dejar de cultivar. Por el contrario, debemos procurar ser mejores cada día, alimentando buenos pensamientos, canalizando buenas intenciones, enriqueciéndonos con experiencias enaltecedoras.

El alma es el libro de oro que consigna nuestras más elevadas vivencias; el testimonio fidedigno de nuestro pasado, la prolongación de una paternidad púnica: la de nuestro propio Yo, que nos acompaña a través de todas nuestras vidas, acumulando todas nuestras realizaciones, nuestro pensar, nuestras experiencias, nuestras capacidades potenciales que debemos desarrollar.

El alma es también nuestro subconsciente, que la integra. Es todo lo que parece dormido en nosotros pero que irrumpe cuando sus decisiones son más fuertes que las de nuestra razón. El misterio más grande que existe para el ser humano es… el propio ser humano.

El cobarde muere moralmente mil veces, mientras que el que prostituye sus creencias, es indigno e infame porque ha traicionado la confianza que en él se ha depositado, mintiendo para ganarse el perdón de sus propios enemigos. La cobardía moral es tan infame que ninguna pena podría aumentar su vergüenza porque, la mayor de todas las cobardías es callar la verdad para recoger las ventajas que ofrece la complicidad con la mentira…

Vivimos en un futuro constante y todo lo que nos ligue al pasado es un obstáculo a la posibilidad de ser distintos. Cuanto más estemos atados al pasado menos podremos instalar en nuestras mentes la vitalidad creadora y fecunda para plasmar el porvenir. Sólo podremos afirmar que hemos vivido cuando dejemos a las generaciones venideras más de lo que recibimos de la precedente.

Mi madre me dijo una vez: “Ama tu oficio, tu vocación, tu estrella, aquello en que realmente eres uno entre los hombres. Esfuérzate en tu quehacer, como si de cada detalle que piensas, de cada palabra que dices, de cada pieza que pones, de cada golpe de tu martillo, dependiera la salvación de la humanidad, si olvidado de ti mismo haces cuanto puedas en tu trabajo, harás más que el que inventa teorías universales para satisfacer sólo su vanidad, harás más que el político, que el agitador, que el que gobierna. El mundo se arreglará bien solo, con sólo hacer cada uno todo su deber con amor…”

Por: Ernesto Martinchuk, periodista

Por Ernesto Martinchuk, periodista.

Periodista.

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