La escritora canadiense Rosemary Sullivan reconstruyó la tormentosa y trágica vida de la hija de Stalin, Svetlana desde su infancia con el suicidio de su madre cuando apenas tenía 6 años, la ejecución de sus tíos por parte del estado soviético que su padre comandaba, la sentencia al gulag de su primer novio y la muerte de su hermano a mano de los nazis.
La muerte de su padre en 1953 no terminó con los padecimientos de Svetlana. Su hermano mayor, Vasili, fue arrestado y finalmente murió de alcoholismo en 1962. Sus amigos literatos de los sesenta fueron enviados a campos de trabajo forzado. Vivía espiada por la KGB que la trataba como propiedad estatal.
Su casamiento con el médico indio Brajesh Singh tampoco fue feliz. El gobierno comunista le negó el derecho a casarse con él a pesar de que enfrentaba una enfermedad terminal. Murió y sólo le autorizaron a llevar sus cenizas a su tierra natal, la India. Esa sería la oportunidad de Svetlana para huir de la URSS en lo que sería un escándalo internacional que golpearía al régimen soviético y complicaría las relaciones con los Estados Unidos.
Luego, vendrían las peripecias de la hija de Stalin para llegar a EE.UU, el escape de la embajada de Rusia en la India, la complicidad de los funcionarios diplomáticos norteamericanos, la escala en Roma y Suiza y el previsible uso propagandístico que hizo de ella la inteligencia estadounidense.
Svetlana escribió sus memorias en un libro que la ayudó a sostenerse económicamente y la convirtió en millonaria, pero su desconocimiento del manejo del dinero por su crianza en el régimen comunista lo llevó a regalarlo y a terminar sus días casi en la pobreza.
Rosemary Sullivan no descuidó el abordaje de la personalidad de Svetlana, con sus arrebatos de ira casi adolescente, su impulsividad y sus momentos de docilidad y depresión. Su carácter inestable y complejo fue utilizado por rusos y norteamericanos cuando tuvieron que descalificar a la hija de Stalin según las conveniencias políticas del momento.
La Svetlana millonaria también sufrió engaños por parte de quienes intentaron aprovecharse de ella económicamente. La autora relata con minucioso detalle el caso de su matrimonio por interés con un arquitecto de la Fundación Taliesin, una organización ávida de benefactores. Con Wesley Peters tuvo una hija norteamericana, Olga.
En la URSS, Svetlana había dejado a sus dos hijos, con quien nunca pudo reconstruir la relación porque la culpaban de haberlos abandonado. Ella volvería a Rusia en 1984 y el gobierno soviético utilizaría su retorno políticamente. La hija de Stalin descubriría que no podría arreglar la relación con sus dos hijos. De Moscú se mudó por un tiempo con su hija a Georgia, país natal de su padre y volvió a desertar para no volver jamás.
A Allilúieva le costaba trabajo explicar a su padre. Su actitud hacia Stalin era paradójica. Rechazaba sus crímenes, pero él era el padre que, en sus recuerdos infantiles, había sido amoroso… hasta que dejó de serlo. Buscó, con poco éxito, entender qué había motivado sus políticas brutales. “No creo que haya sufrido cargos de conciencia; no creo que los haya sentido. Pero tampoco era feliz, porque había alcanzado sus máximos deseos matando a muchos, aplastando a otros y recibiendo la admiración de algunos”.
Era tan distante la relación con sus padres que recién con la muerte de su nana dijo que había sufrido “su primera pérdida real”. Su madre ausente prefirió las obligaciones del Partido, su labor como secretaria de su marido y privilegió una vida independiente que dictaba el ideal de una buena comunista.
Así, paradójicamente, Svetlana buscó y encontró en Stalin las reacciones emocionales que añoraba de su madre. Fue del dictador de la URSS que ella recibió los besos y caricias que su madre le escatimó.
Sobre la autora
Rosemary Sullivan es Biógrafa y poeta (Montreal, 1947). Profesora emérita de la Universidad de Toronto. Ha publicado un total de 14 libros, dentro de los cuales cabe destacar Villa Air-Bel (Debate, 2008). A lo largo de su carrera, le han sido otorgadas las becas Guggenheim, Trudeau y Jackman, y fue galardonada con la Lone Pierce Medal por sus contribuciones a la Literatura y la Cultura.
Desde 2012 es miembro de la Orden de Canadá.
Ficha técnica
Título: La hija de Stalin
Autor: Rosemary Sullivan
Traducción: Hugo López Araiza Bravo
Editorial: Debate
Temáticas: Biografías
Colección: Debate
Páginas: 624
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